En Ramón López Perez no va viure en Nou Barris, però una part de la seva família es va establir a Catalunya i el nostre veí Manu Leonés de La Trinitat Nova ha escrit una petita biografia per a publicar-la en la revista Libro de Feria de l’Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía.
Moltes víctimes de la repressió franquista van amagar les seves històries, fins al punt que les seves famílies les desconeixen, i la recuperació de la memòria històrica ha de fer un gran esforç per a reconstruir-les, trencar el silenci i desmuntar les mentides, per exemple, que la fitxa de control de la Junta de Libertad Vigilada de Ramón digui que el condemnaren per “Auxilio a la rebelión” quan la realitat és que defensà la legalitat republicana enfront dels militars revoltats.
Per això valorem la importància d’aquest text de Manu i el reproduïm a la nostra pàgina.
Mis queridos millennials
Hola jóvenes, me llamo Ramón (alias el de Pozonuevo), tú y yo no nos conocemos, aunque seamos del mismo pueblo, y eso se hace raro en un pueblo donde todo el mundo se conoce, como es, el de Fuentes de Andalucía. Quizás a tus padres les suene mi apodo o puede que tampoco, pero seguramente que a tus abuelos sí.
Mis queridos millennials (que así, ahora, os hacen llamar a los que habéis nacido en este siglo, el XXI). El motivo de estas letras es para contar mi verdad, con toques de ilusionarme en que entendáis que necesito justicia y con más interés aún, en que se termine de reparar, aquello que le ocurrió hace unos años a muchos fontaniegos y fontaniegas… precisamente en las mismas esquinas donde ahora, tomáis unas birras con amigas y amigos, o en aquellas calles o caminos donde siempre habéis tenido libertad de deambular, de hacer, o de opinar sin que nadie os recrimine excesivamente vuestros actos.
Verdad, que ya empezáis a sospechar de qué época provengo, pues sí, de esa que para unos, les suena algo lejos, con sabor a añejo y gris, como algo olvidado… y para otros, pues de aquella donde en tertulias con vuestras familias ha estado más presente que nunca el interés por la verdad, la justicia y la reparación.
Yo nací a finales del siglo XIX en un pueblo llamado la Lantejuela, …. pufff…, exclamaréis algunos, ¿hace mucho si lo comparamos con el de ahora el XXI?, pero sólo son unos 127 años desde mi nacimiento, amigos.
Concretamente nací el 21 de Febrero de 1895, ocho años después de que las autoridades territoriales preestablecidas permitieran a mi pueblo natal tener un alcalde y una cierta independencia del Ayuntamiento de Osuna. Pensad que años antes los municipios se regían por Señoríos Jurisdiccionales. Pues sí, ya con ocho años mi pueblo natal consiguió tener presencia territorial junto a las hermanas Osuna, Écija y Marchena separándonos por hitos o mojones, en cuatro ayuntamientos que son los que conocéis hoy en día.
Cuando tenía diez años reinaba en España, en forma de regencia, la reina Maria Cristina, madre del rey Alfonso XIII (el abuelo del futuro rey emérito Juan Carlos I). En esta época en mi pueblo existían los labradores-propietarios que tenían diversas fanegas de tierra y algún mulo que otro para las labores del campo. La mayoría tenían pequeñas extensiones y muy pocas familias tenían grandes extensiones en el término. A mis diez años presencié una gran sequía de nuestros campos, a tal punto de que el cosquilleo del hambre se hacía presente en nuestros pequeños estómagos.
Las autoridades locales tomaron cartas en el asunto y decidieron que los mayores tenedores, dieran jornales para trabajar sus tierras, pero la economía no estaba para tirar cohetes y estos en lugar de jornales pagaban a nuestros mayores con algunos embutidos de alguna matanza de un cerdo, garbanzos, harina o huevos. Ello no solucionaba nuestro problema. La iglesia, a través del arzobispo de Sevilla, ante la grave sequía que asolaba a mi pueblo, y a los de alrededor, entregó unas 2250 de las antiguas pesetas para pagar jornales, y por otra parte, el gobierno de la nación envió unas pesetas para que nuestros vecinos pudieran trabajar en la carretera a Fuentes de Andalucía a la altura del cortijo de la Platosa.
Una hambruna extrema de la cuál pudimos sacar el cuello. Pensad que no existía abono químico procedente de minas, todo se abonaba con estiércol y si le sumamos la sequía, nos quedábamos con una inseguridad alimentaria profunda.
Los jornales del campo eran de 3,50 pesetas, donde 0,60 pesetas era para pagar el pan diario, y las 2,90 pesetas restantes era para comprar las tres comidas del día.
Con veinte años junto a mi hermano Antonio nos vinimos a vivir a vuestro pueblo, donde Antonio conoció a María y yo a mi querida Isabel Sevillano, precioso apellido verdad.
En Fuentes nos casamos en la iglesia Parroquial de Santa María la Blanca, con gran ilusión y pensando en futuro no muy lejano, el de conseguir un buen jornal y estabilidad para criar nuestros primeros hijos. Durante estos años, la suerte no nos favorecía a la mayoría del pueblo, ni al país. En esta época, en España, apareció un tal militar Primo de Rivera para retomar a modo de dictadura una reforma para impulsar la economía, donde al principio de su mandato impuesto, señaló a los caciques, la mayor parte de los tenedores de tierras. La cosa iba marchando, eso sí con extrema dureza para los de siempre, pero volvió a aparecer una crisis que en la Casa del Pueblo nos decían que era mundial, y zas, junto a la creciente oposición de los intelectuales y partidos políticos de entonces, este dictador dimitió y cogió el mando el rey Alfonso, bisabuelo de vuestro rey actual.
Este rey tampoco era del agrado de muchos entre la clase política y como siempre y una vez más seguíamos mirando el cielo y las cosechas, con cierta esperanza e incertidumbre.
A mí me gustaba ir con mi hermano Antonio a la Casa del Pueblo, porque allí era el lugar donde nuestras ilusiones y mejores deseos podían ver una luz. Nos enterábamos de trabajillos, a la vez que allí nos poníamos al día de los derechos que íbamos a tener gracias a esa futura República. Conocí a gente maravillosa, personas valientes y decididas a querer remar hacía un Fuentes con mejores condiciones salariales, igual que nuestros pueblos vecinos.
Cuando cumplí 36 años se declaró la II República y las esperanzas volvieron a nuestros ojos, el salario de un jornalero subió a 4,50 pesetas con una jornada de 8 horas laborales en lugar de diez o más como antes.
En Fuentes con el gobierno de las izquierdas tuvimos un aceleración de positividad, muchos pensamos que las nuevas leyes nos darían mejores condiciones salariales, pero ciertamente la reforma agraria no acababa de llegar para los que dependíamos de un jornal
El nerviosismo y la tensión se dejaba notar en las tabernas y en la Casa del Pueblo, la cosa no mejoraba, y todo posteriormente se desaceleró para nosotros por el nuevo gobierno de derechas de la República que no veía con buenos ojos la política aplicada por el gobierno anterior para contentar nuestras aspiraciones.
Tal era el descontento que el común empezó a organizarse, nuevas sirenas nos llegaban del resto del país y una nueva formación de agrupaciones de partidos, llamada Frente Popular, nos devolverían las ilusiones…
Pero…llegó… vamos si llegó… la historia que muchos conocéis. Queridos millennials, ¿vosotros la sabéis verdad o quizás a algunos sólo os suene?
Hoy un vecino vuestro, después de 86 años de aquél macabro episodio, aparece en el libro de la Feria de Fuentes 2022 para rememorarlo.
Os contaré un secreto, estoy aquí porque alguien me recuerda, sabéis quienes son los culpables de mi aparición, pues la Asociación por la Memoria Histórica Fontaniega.
Comienza mi pesadilla…
El general Queipo lanza una ofensiva por la emisora de radio, el pueblo de Fuentes igual que tantos otros es su objetivo, su carácter es sanguinario y su mensaje atroz. Los compañeros que nos conocíamos, que habíamos sido asiduos en tertulias y que habíamos participado de interventores de la última mesa electoral con el Frente Popular, nos agolpamos como locos al recibir la noticia del apocalipsis. Unos pocos seguidores del general, junto a la Guardia Civil de Fuentes y falangistas intentan tomar el poder de nuestro querido ayuntamiento, esa casa donde pusimos todas nuestras ilusiones democráticamente por un porvenir mejor. En la prisión del pueblo por un día, pudimos parar las intenciones de algunos golpistas momentáneamente, sin armas claro está, sólo con el volumen de nuestros cuerpos, pero todo esfuerzo fue inútil. Un nuevo brigada y gente armada colaboracionista, incluidos unos pocos vecinos del pueblo, irrumpieron en el ayuntamiento, ese momento fué la oscuridad total de mi túnel de esperanzas.
Me recluí como pude en mi domicilio, en la calle Águilas (a) Cerrojero, sin aliento y perturbado, no me lo podía creer. Mi vecino de enfrente, del cual teníamos muy buena relación, aunque de ideología diferente a la mía, me dice que escape, que mi hermano y yo estamos en busca y captura. Se apareció como la figura de la muerte con la guadaña, anunciando que el terror nos iba a picar la puerta en un suspiro.
Entre sollozos y mucho miedo entendí rápido el mensaje, me querían asesinar, en un pequeño instante de lucidez, pensé en mi hermano, le dije, vayámonos que estamos en la lista, él me repetía una y mil veces, yo no he hecho nada Ramón… no pude empujarlo conmigo, quedó con su familia… esa noche calurosa, empecé a correr campo a través, no sentía nada, el miedo era mi único compañero de viaje. Corrí tanto que acabé desfallecido entre unos olivares ya del término de Écija. Mi Isabel, mis niñas, mis niños, mi hermano, mis únicos pensamientos, no sentía casi el dolor de mis pies, sólo el frío escalofrío que sentía en mi cuerpo pese a los calurosos días de huida. Habían pasado veinticinco días desde el 19 de Julio desde que salí de mi casa. Durante la huida, me cruzaba con otras personas que también escapaban como yo, de otros pueblos, los cuáles me indicaban que siguiera caminando hacia Palma del Río que estaría más seguro, ya que los militares golpistas allí no eran fuertes. Desde Palma del Río me dirigí hacia Pueblo-Nuevo del Terrible, actualmente Peñarroya. Allí conocí a la resistencia del pueblo minero y gente de izquierdas donde se formó un batallón de voluntarios para defender la legalidad de la República. La mayoría de los mineros eran afiliados al partido socialista y otros menos al comunista, se llamó Batallón del Terrible. Fué un intento de intentar recuperar la ciudad de Córdoba tomada por los golpistas, pero los militares del gobierno legítimo de la República se encontraron con gran cantidad de personas como yo, que éramos jornaleros y que llevábamos el dolor de la represión y nada de experiencia militar.
Estuve un tiempo, hasta que finalmente el batallón causó muchas bajas y de ahí nos dirigimos con el resto, retrocediendo posiciones del gobierno legítimo, hacía Jaén y luego hacia Ciudad Real. Finalmente el golpe militar avanzaba y terminaron mis huesos en Madrid, en la que me acabé alistando voluntariamente a la 77 Brigada Mixta y donde finalicé mi largo periplo en la ciudad de Aranjuez, donde la Brigada fue derrotada, y yo apresado junto a miles de personas. La Guerra Civil Española llegaba a su fin y muchos pensábamos que nuestros días estaban contados.
Los militares rebeldes, me comunican que me envían hacía mi tierra, llego a la cárcel provincial de Sevilla el 14 de Agosto del 1939. Estuve recluido aproximadamente unos 6 meses esperando juicio sumarísimo en un Consejo de Guerra. Me llegaban noticias de que algunos eran fusilados, otros enviados a campos de concentración de trabajos forzados, era tal la incertidumbre del destino de nuestras vidas, que junto a la falta de aseo, alimentación y sin recursos sanitarios sabíamos que no podíamos tener muchas esperanzas. Tristemente me comunican desde Fuentes, que mi hermano Antonio, al poco de mi huida, lo fusilaron una noche de Agosto en la verja del cementerio viejo (hoy Parque de luchadores por la libertad) y que pese a los primeros proyectiles lanzados a su cuerpo, me explicaron algunos testigos que se agarró a la verja de hierro de la entrada del cementerio, sin caer pidiendo agua como último suspiro y muerte anunciada.
!! ASESINOS!! ¡¡mi hermano!!…en que fosa común estará, ¿lo sabéis?…
En un juicio sin ninguna garantía democrática se presentan pruebas acusatorias contra mí por parte de alcalde y jefe de la falange local de Fuentes. El susodicho se llamaba José Rodríguez Moya-Picornell, el cuál aportaba como pruebas, diversos informes donde redactaba que yo era un instigador, que era comunista o socialista y que fuí interventor de las últimas votaciones democráticas del Frente Popular. Como si ejercer la democracia, fuera un delito para vosotros, en vuestro siglo.
Hacen aparecer forzadamente a mi suegro y un vecino para testificar, y ellos humildemente y con la cabeza gacha, víctimas del terror dicen que no conocían mi participación en política, ni causa de mi huida, pero que era un buen trabajador y buena persona.
El dictamen del juicio no anuncia acabar ser pasado por las armas y deciden enviarme con muchos más, al depósito de prisioneros de Rota (Cádiz), llamado campo de concentración de prisioneros de la Almadraba, situado en su misma playa. Dormíamos en chozas de mala calidad, la luz era casi inexistente, lavarse en el mar era mortífero en meses de frío, la leña y el carbón para hacer funcionar el generador era de poca cantidad. Estuvimos unos 6000 prisioneros donde sufrimos todo tipo de tormentos. De ahí nos envían a todos, a diversos batallones de trabajadores repartidos por todo el campo de Gibraltar.
Éramos tantos apresados en las cárceles del país, que los sublevados decidieron utilizarnos, como mano de obra esclava para sus proyectos bélicos.
Cuando me destinan a estos batallones me dan una camisa blanca áspera, y me dibujan en el torso una P con tinta, como seña de ganado.
Éramos muchos y de muy diversa procedencia, de todos los rincones de España, los cuales acabamos apresados al yugo de un pico y una pala para trabajar en realizar caminos y fortificaciones.
Pasé por los batallones de trabajadores n.º 58 y 131 con destino principalmente en la realización de una red de caminos por campos a través en los Barrios (Campo de Gibraltar). Tuve suerte en no caer en batallones donde los responsables no eran del todo sanguinarios, y donde la gente moría enferma y de hambre, ya que ellos vendían los alimentos que debían sustentar los cuerpos dolidos y débiles esclavizados por el duro trabajo y otros comían yerbas venenosas del campo. Podía haber terminado mi historia aquí mismo, igual que en diversas situaciones desde que escapé, pero parece que mi espíritu era superior a mis fuerzas.
La historia de estos lugares de esclavismo venían por una razón clara:
Una vez terminada la Guerra Civil en nuestro país y una vez Hitler sube al poder comenzada la 2GM, Franco comienza a impulsar una serie de infraestructuras militares, con asesoramiento de ingenieros nazis, con el único objetivo de que si Hitler ganaba la gran guerra, él podría recuperar el Peñón de Gibraltar y las colonias antiguas del norte de África perdidas años atrás.
Esas infraestructuras salió de los cuerpos de los vencidos, de gente que éramos simples jornaleros y que terminamos siendo los grandes derrotados.
Una vez los aliados de la 2GM retoman la contienda, Franco abandona el proyecto y le cuenta a los aliados que esas infraestructuras que realizamos en su día, eran simples obras para defenderse.
Franco comenzó su nueva estrategia en geopolítica, una vez que la Europa Central se iba recuperando de los delirios del fascismo.
Una vez que el régimen decide parar los trabajos de dichas infraestructuras comentadas, acabo siendo devuelto en tren a Fuentes y llegando a la estación, veo a lo lejos a mi familia y a una niña chica, mi Ramona, yendo a gatas a recibir a su padre, la cuál no la pude ver nacer cuando partí. Llegué desfallecido, en los huesos, no podía arrastrar los pies. Muchos vecinos se enteraron de mi llegada no sé si contentos o sorprendidos de llegar con vida, no me dejaron pararme, la guardia civil no me dejó ir a casa y me llevaron como en una especie de Vía Crucis a la prisión de Fuentes. De camino algún familiar pudo prepararme un batido de huevo con un chorreón de vino que permitieron dármelo, cómo me verían de mal, y una vez en prisión, los míos me acercaron algo para poder echarme, una almohada colchón, el suelo estaba frío y desnudo.
Termina aquí mi periplo, bajo libertad vigilada durante veintiséis años y visitando los juzgados de Fuentes todo ese tiempo.
Mis últimos años los comparto con mi familia, rodeado de mis nietas y nietos allá por el barrio la Rana, pulsando las teclas de mi acordeón rojo bajo la atenta mirada de unos niños, vecinos, que hoy seréis hombres y que con gran recelo os tocaba, a veces con mirada triste y a lo bajini el himno de Riego. El dolor y el amor a los míos me impedía daros muchos detalles de lo sufrido, quizás el miedo formó siempre parte de mi vida y pensaba que os podía perjudicar incluso en tiempos de democracia.
Espero que este viaje que he realizado gracias a la Memoria Histórica, te sirva algún día para hacerte recordar que no hay justicia si hay olvido. El progreso y la verdadera libertad que hoy puedes tener ha acontecido por el gran esfuerzo de millones de víctimas de la dictadura más atroz que ha tenido nuestro país, y aunque ya no estemos presentes sabíamos que la mentira se desmoronaría con el progreso y la reparación.
Cuidaros mis queridos millennials, gracias por leerme y hacerme presente. Un fontaniego más que se suma a la larga lista de vuestros recuerdos.
Novelado y redactado por su biznieto Manu Leonés, miembro de la Asociación por la Memoria Histórica Fontaniega.
Fuentes utilizadas:
Historias de la Lantejuela de Juan Cordobés Flores
Archivo militar de Guadalajara
Archivo histórico provincial de Sevilla
Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar
Archivo Histórico del Tribunal Militar Territorial Segundo con sede en Sevilla.
Archivo del juzgado de Fuentes de Andalucía
Testimonios familiares.