Los recuerdos de la vecina Pepita Ferrer Martínez: la humillación a las familias derrotadas en la Guerra Civil

El avance del ejército sublevado contra la República iba acompañado de todo tipo de atrocidades contra la población civil y, después de semanas de intensos ataques aéreos, las tropas franquistas al mando del Carnicero de Badajoz entraron en Barcelona el 26 de enero de 1939, mientras su aviación masacraba a las 400.000 personas que huían hacia la frontera francesa.

Pepita Ferrer Martínez, muchos años después, escribió un breve texto titulado Mis recuerdos de niña e intervino en una charla en la Biblioteca de Nou Barris que, junto con otros testimonios, fueron recopilados en el libro Vivències : La Barcelona que vaig viure 1931-1945.

No vivía en el Nou Barris de la posguerra y explica sucesos sobradamente documentados, como la orden de engalanar los balcones para el desfile del ejército nacional o la obligación de hacer el saludo y cantar el himno falangista cuando se encendían las luces de los cines. Más interés humano tiene el drama familiar que vivieron:

Mi padre era guardia de asalto de la Generalitat, pero fue destinado a la comisaría de la Via Layetana de telefonista. Yo no vi nunca a mi padre vestido de uniforme, iba de paisano. Digo esto porque cuando entraron los fascistas en Barcelona, mi padre se presentó y quedó detenido”.

No tenemos más datos sobre el padre de Pepita, pero su caso no fue excepcional, porque la maquinaria de represión franquista encarceló e investigó, sistemáticamente, a miles de personas por sus ideas políticas o trabajar para las administraciones republicanas. Se han contabilizado unos 1717 fusilamientos en el Campo de la Bota y el Castell de Montjuïc, a los que habría que añadir un número desconocido de muertes causadas por las torturas o las condiciones inhumanas de las cárceles/campos de concentración y los miles de años de condenas a penas de prisión.

Los alimentos escaseaban y la gente compraba en un mercado negro controlado, en gran medida, por la jerarquía y los empresarios afines a la dictadura. Si la situación era difícil en general, aún lo era más para las mujeres al frente de familias que habían perdido o tenían presos a sus maridos. Pepita expone la arbitrariedad y la mezquina humillación a las que la policía política y los falangistas sometieron a los vencidos:

A los pocos días, se presentó en mi casa un señor bajito con gabardina, que decía llamarse Martínez. Me interrogó, a mí, con siete años, diciéndome que dónde escondía mi padre la pistola. Yo nunca vi en mi casa ni uniformes ni pistolas. Él me dijo: “Ahora seremos buenos amigos, yo vendré muchos días a tu casa”. Y así fue. A la hora de la escasa comida, se presentaba y se sentaba en el comedor. Le decía a mi madre: “Usted, señora, continúe con sus labores. Yo seguiré viniendo hasta que me diga la niña dónde está la pistola de su marido”. Y sí fue la cosa. Un día venía, y estaba luego dos o tres sin venir, y continuaba. Además, nos pusieron la casa patas arriba. Luego supimos que el tal señor Martínez se dedicaba a hacer lo mismo en otras casas”.

Insistimos, una vez más, que estos recuerdos no se refieren a Nou Barris, pero reproducimos otro terrible párrafo que narra la atroz persecución de la lengua y la cultura catalana en esa época:

Teníamos un vecino que vivía en el mismo rellano de la escalera donde habitábamos. Yo jugaba con sus hijas, algo mayores que yo. Era un señor que no sabía ni papa de castellano. Un día subió al tranvía, y una señorita… que iba postulando, le puso la banderita. Y como él no tenía el importe exacto que costaba el ponértela, le dijo en catalán que le devolviera el cambio. La respuesta que obtuvo fue que se lo llevaron a comisaría y lo castigaron con un vaso grande de aceite de ricino. Él se quejó, ya que padecía de varias úlceras de estómago. Como en aquellos tiempos no había muchos medicamentos, lo que se tomaba casi siempre era el bicarbonato. El hombre murió a las 48 horas.”

La ciudadanía de Barcelona resistió, como pudo, esos años oscuros y fue capaz de articular un boicot masivo a la subida del precio del billete del tranvía en marzo de 1951:

Hubo una huelga importantísima de tranvías. Fue algo increíble, pasaban los tranvías sólo con algún policía. Las caras de la gente que iba andando eran de triunfo, pareciendo decir: “Yo me fastidio, pero esos cabrones no se saldrán con la suya”. Había ciudadanos que venían de muy lejos andando.”

Nuestra vecina Pepita Ferrer Martínez (Barcelona 1931-2013) trabajó de modista, militó en el PSUC clandestino y fue una activista de la AVV Porta. Participó en las movilizaciones por los semáforos del passeig del Verdum, las escoles públiques Palma de Mallorca y Splai, las viviendas de RENFE-Meridiana, los jardines de la plaça Sóller y los terrenos para el Casal de Gent Gran Casa Nostra. Recibió la Medalla de Honor de Barcelona en el año 2007.

Ignacio José Castaño Pacho. 2022. doi: 10.13140/RG.2.2.28669.64483. Este material de acceso abierto se distribuye bajo los términos de una licencia Creative Commons Attribution 4.0 International (CC BY 4.0) License.

Bibliografía

Mis recuerdos de niña. Vivències. Pepita Ferrer Martínez

https://nanopdf.com/download/de-mis-recuerdos-de-nia_pdf

Vivències : La Barcelona que vaig viure 1931-1945. 2008. Ajuntament de Barcelona – Diputació de Barcelona. ISBN: 978-84-9850-124-7

Wikipedia: https://ca.wikipedia.org/wiki/Pepita_Ferrer_Mart%C3%ADnez