El nuevo atril de homenaje a las mujeres de los lavaderos de las Viviendas del Gobernador

El 19 de febrero de este año, el Ajuntament de Barcelona ha inaugurado un atril dedicado a las mujeres que usaban los lavanderos comunitarios del Verdum, con una información que complementa la placa conmemorativa instalada hace unos años. Esta página web ha tratado el tema en el apartado Los espacios de Memoria Histórica en Nou Barris y reproducimos el texto porque pone en contexto la creación de los lavaderos y el papel, a veces contradictorio, que jugaban en la vida de las mujeres.

Placa dedicada a los lavaderos del Verdum – Carrer de Robert Robert. Las lavanderías públicas fueron, y aún es así en muchos lugares del mundo, un espacio en el que perciben las diferentes formas de discriminación por razón de género y revela los procesos de socialización, sororidad y empoderamiento de las mujeres. En el pasado, se había lavado de rodillas en ríos y riachuelos, con las faldas arremangadas, los brazos descubiertos, en posiciones consideradas “poco decorosas” o una “provocación” para los hombres y la creación de los lavaderos en los barrios o pueblos tiene su origen en la necesidad de asegurar la potabilidad de las corrientes de agua y, también, en la preocupación de la sociedad por el tiempo que las mujeres pasaban lejos del control de la comunidad.

Los hombres charlaban, cantaban y reían descansando en la plaza o en la taberna y ellas también lo hacían, al mismo tiempo que trabajaban, pero en su caso esos momentos de diversión fueros estigmatizados como cotilleo o chafardería (del catalán “safareig” y “fer safareig”). Las mujeres de mayor edad controlaban al resto, crearon códigos secretos para cortar las conversaciones que no debían ser oídas por las solteras o las menores, por ejemplo diciendo “cuidado, que hay ropa tendida” o “ropa blanca”, y en casa se les advertía que “los trapos sucios se lavan en casa” para que no hablasen sobre sus problemas personales. El lavadero servía para reproducir los roles de género, pues las más pequeñas eran obligadas a colaborar mientras sus hermanos jugaban en la calle, siendo estimuladas con las frases “como ayudas a tu madre” o “que bien limpias”, y las mujeres “casaderas” se sometían al examen de las posibles suegras. No hace falta decir que a los lavaderos solo iban las mujeres de la clase trabajadora, criadas o lavanderas profesionales, que expulsaban a los mirones porque ni siquiera los hombres más pobres hacían su colada.

Las lavanderas profesionales trabajaban lavando la ropa de la burguesía, negocios u hombres solteros durante jornadas de doce horas, muchas estaban al frente de una familia monoparental y solo habían podido encontrar este infravalorado empleo. A principios del siglo XX, se convirtió en uno de los colectivos de trabajadoras más organizado sindicalmente, hicieron huelgas contra los bajos salarios y la falta de higiene en los lavaderos y, además de sufrir la habitual represión contra las movilizaciones laborales, los periódicos de la época las acusaba de “conducta desordenada”. La mejora de las duras condiciones de trabajo de las lavanderas y la reclamación de lavaderos municipales con pilas a mayor altura, paredes y techo apareció en el programa electoral del PSOE (1910) y en propuestas de la CNT (1917) para mejorar la vida en los barrios obreros.

Las Viviendas del Gobernador en El Verdum disponían de dos lavanderías comunitarias y las familias pagaban una cuota para su mantenimiento. Eran dos construcciones sencillas y piletas de agua para enjabonar y aclarar. La placa y el atril conmemorativos se pusieron en la ubicación del de la plaça del Verdum, esquina con el carrer de Robert Robert, y el lavadero de abajo estaba en el cruce de las calles Góngora y Viladrosa. No hubo muchos más en Nou Barris porque las casas más antiguas tenían algún lugar para hacer la colada y los edificios posteriores incorporaron un lavadero, pero las mujeres de Torre Baró, Vallbona y, cuando faltaba agua en los depósitos, las de los edificios del Patronato Municipal de la Vivienda en la Trinitat Nova lavaron en el Rec Comtal o la orilla del río Besòs. Las movilizaciones consiguieron que se construyesen tres lavaderos públicos en Vallbona mientras se instalaba la red de suministro de agua corriente.

Una de las peculiaridades de Nou Barris es que la mayoría de las personas que se establecieron en nuestros barrios procedía de la inmigración, las mujeres eran jóvenes, no tenían el apoyo de redes familiares o sociales y estaban muy condicionadas por una educación llena de tabús. Las que tenían un empleo remunerado podían relacionarse con compañeras, al menos, de camino al trabajo, pero las que trabajaban en casa ni tenían el tiempo ni lugares donde poder hacerlo.

Las ventanas de los patios de luces, las puertas del edificio, los rellanos, el mercado, los comercios, el lavadero… sirvieron para contactar con otras mujeres y establecer una confianza que les permitiese resolver un sinfín de situaciones desconocidas sobre sus relaciones de pareja, la crianza, la salud o la sexualidad. Esos lugares también funcionaron como canales de información oral sobre los acontecimientos y, a través de ellos, se extendieron muchas de las reivindicaciones sociales o vecinales protagonizadas por mujeres.